8.16.2008

¿Podría suceder en Costa Rica? ¡Claro!

Otro espléndido artículo de mi amigo... una excelente respuesta al artículo prejuicioso y anacrónico de Alexandra Loría...

Hugo Mora Poltronieri miaumiau1@ice.co.cr
Profesor universitario

Sí, doña Alexandra. Pero no de la manera tan poco humanitaria y cargada de prejuicio como usted misma se responde en su pasado artículo (Foro , 9/8/2008). Cito: habla de los “mal llamados 'derechos' de los homosexuales”, como si los miembros de esta minoría no fueran siquiera ciudadanos llamados a serlo de pleno derecho. ¡Qué digo! Como si fueran animales. Y conste: lo afirmo con respeto, porque estoy entre quienes aman a estos seres y profeso el principio de que son titulares también de derechos, a veces incluso más que ciertos especímenes humanos indignos de tal calidad.

Vía democrática. Se ensaña usted especialmente con el proyecto de ley en pro de la unión civil de personas del mismo sexo, pero, ¿en qué país vivimos? ¿No es esta la pacífica vía tradicional que los costarricenses siempre hemos preferido cuando se ha tratado de dar respuesta a las nuevas realidades sociales y políticas emergentes? ¿O es que usted, a pesar del título de abogada que ostenta, preferiría los caminos tortuosos y violentos a que pueden llegar las minorías desesperadas cuando se les veda el camino de la Ley?

No entraré a discutir acerca de la conveniencia o no de los otros proyectos a que usted alude en su artículo. Solamente le diré de paso, pues parece no estar enterada de lo que ocurre en otras latitudes, que tanto ellos como el otro responden a necesidades sentidas igualmente en otras sociedades que todos aquí –o casi todos, por lo visto– tenemos como más evolucionadas en lo social y político.

De pensar como usted, sobre este país nunca habría soplado ese aire de libertad que nos vino de afuera, producto del cual mujeres como usted tienen hoy pleno derecho a realizarse como los seres humanos que son, incluyendo la posibilidad de estudiar carreras como la suya y la de casarse sin imposiciones de ningún tipo, y hasta de divorciarse y volver a casarse. Gracias a esa legislación de nuestros viejos liberales, contra la que tantos individuos se manifestaron horrorizados, viendo en ello toda clase de males para la sociedad.

Generalización desacertada. Por cierto, no está bien eso de generalizar las palabras de cierto activista homosexual para signar a toda la minoría cuestionada. Sería como que quien escribe diera por un hecho que los pensamientos que usted expresa fueran representativos de todos los heterosexuales: la realidad podría ser otra, de acuerdo con el cúmulo de respuestas favorables que este movimiento ha despertado entre quienes, sin ser homosexuales, se identifican con lo que les parece un paso hacia una sociedad más humana y solidaria.

En cuanto a su pesar por la declinación de conceptos como “fidelidad, monogamia, compromiso, etc.”, la invito a dedicar a todos ellos más tiempo y esfuerzos, visto el hecho innegable de su escasa valía y actualidad en lo que se refiere a la familia y el matrimonio tradicionales.
Finalmente, el ejemplo que usted cita del educador canadiense amonestado y suspendido por crear una atmósfera hostil contra los homosexuales en su escuela, es más bien el caso del predominio de la ley sobre el prejuicio religioso que animaba a este supuesto consejero. Dicho individuo insistía en aplicar la degradante “terapia de conversión” a los homosexuales, como si se tratara de una enfermedad, ignorando el punto de vista de la comunidad científica internacional que, desde 1973, la ve como una orientación sexual más.

8.13.2008

Falacias y homofobia

Gracias Jeudy de todo corazón... gracias por responder tan clara y concisamente a la "abogada" esta, cuyos principios de derecho, evidentemente no maneja...

Jeudy Blanco Vega jeudyx@gmail.com

El artículo de la abogada Alexandra Loría titulado “¿Podría suceder en Costa Rica?”, publicado el 9 de agosto, esta lleno de falacias y afirmaciones tan indignantes en contra de los homosexuales que se hace necesario que los heterosexuales levantemos la voz en su defensa.

Miedo irracional. La abogada es una de las proponentes de que el proyecto de ley que pretende legalizar las uniones entre personas del mismo sexo sea llevado a referéndum, y su estrategia es clara: sembrar un miedo irracional entre la opinión pública para atraer más votos en contra.
Ella hace referencia a declaraciones de un activista gay extranjero que nada tiene que ver con la lucha por la igualdad de derechos que se libra en nuestro país.

También nos pinta un cuadro en el que, según ella, los homosexuales conspiran deliberadamente para destruir los conceptos de fidelidad, monogamia y compromiso, cuando la lucha es precisamente para que las muchas parejas del mismo sexo que tienen años de relación estable dentro de ese esquema puedan ver su unión respaldada con un marco legal adecuado, el cual es hoy inexistente, y la misma Sala IV y la Defensoría de los Habitantes recomiendan regular.
Se opone también a otro proyecto de ley para combatir la discriminación basada en la orientación sexual, aduciendo que, de aprobarse, se perdería el derecho a la libre expresión y que podría castigarse penalmente a quien critique el estilo de vida gay.

Una cosa es la libre expresión, que siempre garantizará el derecho a la discusión de ideas, y otra muy distinta son los insultos y la marginación injustificada que sufre este sector de la sociedad, lo cual es inaceptable. Otras supuestas consecuencias como la pérdida de la libertad de culto están completamente fuera de lugar.

La abogada cita declaraciones homofóbicas de un maestro canadiense que se apoya en el estereotipo de que los gais son inmorales, promiscuos y perversos. El siquiera insinuar que un homosexual es caracterizado por esos males, solamente por su preferencia sexual, es símbolo de ignorancia y prejuicios.

El proyecto de ley. Invito al lector a informarse de manera objetiva y leer el proyecto de ley en discusión en la Asamblea. En él solo se pretende otorgarles a las uniones entre homosexuales algunos derechos específicos como la cobertura por el seguro social a las parejas en las que uno de los miembros depende económicamente del otro, la posibilidad de herencia de bienes, así como la justa división del patrimonio en caso de separación, entre otros. ¿En qué afecta eso a la familia tradicional o a la sociedad? Absolutamente en nada.

Todos los supuestos peligros y calamidades de los que nos advierte la abogada son falsos, y sus argumentos resultan profundamente ofensivos para los ciudadanos que estamos a favor de la igualdad de derechos.

Inculcarles a nuestros niños la discriminación, la intolerancia y el irrespeto por las diferencias, sobre una base de argumentos falaces e irracionales, es el verdadero peligro para la sociedad.

8.04.2008

Injusticia

Tiene toda la razón don Carlos, los derechos no deberían ser sujetos al voto, no a la tiranía de las mayorías...

Carlos Hernandez Gonzalez khanada@gmail.com

A los magistrados del TSE: me parece una injusticia total que ustedes, como magistrados del tribunal, hayan autorizado un trámite para un referéndum para decidir por iniciativa popular la aprobación del proyecto de unión civil entre personas del mismo sexo. Aunque yo no tenga conocimientos profundos sobre jurisprudencia, les hablo desde el pensamiento y el sentir de una minoría históricamente discriminada. ¿Cómo es posible que ustedes tres admitan que una mayoría tirana decida sobre los derechos de una minoría? Me parece una injusticia total y absoluta, que va más allá de lo escrito, que no va acorde al espíritu de la ley. O es que ustedes se oponen al proyecto de ley, y por este medio quieren abrir un portillo para que grupos opositores se organicen y logren un referéndum, en el que desde todo punto de vista, la mayoría decidiría que NO, que no se permitan las uniones civiles entre personas del mismo sexo (por sus prejuicios y estereotipos)? Estamos en total desacuerdo con su decisión.Están actuando en contra de un sector de la población, que aunque no lo quieran admitir, está presente en su lugar de trabajo, en su grupo de amigos, y hasta en sus familias.

7.30.2008

Carta a los ex-suegros

Un escrito fabuloso (como siempre) de la increíble autora y actriz costarricense, Ana Istarú... ¡gracias Ana!

"La sangre en el caucho de la llanta también es mía"

Por Ana Istarú

Ustedes nunca me quisieron a mí porque ustedes nunca lo quisieron a él. Aunque él haya sido su hijo y yo, lo juro por el vientre de mi madre, quien más lo quiso. Por él aposté mi vida y todos lo saben. Por él y por este amor que, sangre quien sangre, todavía me hierve entre el pecho.

Por él miré hacia la pared con el rostro marcado por el sablazo del desprecio, clavándome en la lengua los incisivos. Por él y por nosotros tragué fuerte la saliva de la humillación.

Nuestra unión no cabía en los moldes de hierro de las convenciones y es temible el precio que por ello se paga. Pero el amor no comprende esas razones.

Hoy está muerto. Para mí, por primera vez. Ustedes en cambio por segunda vez lo entierran, en ese funeral al que no se me invitó. Porque ahora, ya muerto, es de nuevo respetable.
Lo atropelló borracho un decente padre de familia, este sí casado como Dios y la Santa Iglesia mandan.

Yo sé que la sangre en el caucho de la llanta también es mía, aunque pretendan borrarme de su vida como una mala palabra del cuaderno de un niño. Porque fui yo quien construyó con él esta casa de la que ahora me expulsan. Porque fui yo quien ofrendó su patrimonio en el altar de la pareja, quien combatió a su lado en todas las contiendas.

Me arrancaron su cuerpo desde que entró en el hospital. Yo, que no tengo una alianza dorada en la mano, no puedo convencer a una enfermera.

No soy nadie, no soy nada, salvo quien más lo quiso. Ustedes, junto a la camilla que no pude seguir, en el cuarto al que no pude acceder, junto a esos ojos que mi mano no cerró, se acordaron por fin de sus genes y apellido, de ese hijo del que un día abjuraron.

A mí, que soy su familia elegida, me arrancaron mi muerto, mi casa, mi patrimonio, mi herencia. Solo porque no pudimos casarnos como se casa la gente, de blanco, de traje, de fiesta. Con niños que cargan flores, con ese anillo de boda que habría de marcar sobre su piel mis iniciales.
Ustedes me despojaron; yo lo quise. Ustedes lo rechazaron: yo lo quise. Ustedes, y buena parte del mundo, en pleno siglo XXI, nos impidieron alcanzar la dignidad de ser esa familia que de todas formas fuimos, le duela a quien le duela, por obra y gracia de nuestro amor.

Ustedes, que creen que se puede doblegar el curso de la historia, negar lo inevitable, tapar con un dedo el sol de la verdad, aplastar con los pies la hoguera del amor que se enciende entre dos seres. Solo porque el hombre que amé y yo somos del mismo sexo.

La teología del odio

Un excelente e inteligente artículo de este señor tan valiente. A aquellos interesados en saber un poco más sobre la Biblia y Homosexualidad, les recomiendo: What the Bible Really Says About Homosexuality de Daniel A. Helminiak, Ph.D. (aparte, cura católico).

Luis Paulino Vargas Solís 26 de Julio 2008

El cristianismo -en sus distintas denominaciones- es una religión a la que se adscribe aproximadamente un tercio de la población mundial. El resto de la gente -cerca de un 70%- sustenta una fe distinta -islámica, budista, hinduista, judaica u otra- o no profesa creencia alguna ¿Qué significa esto? Que si miramos a la humanidad en su conjunto, no existe ninguna religión que sea mayoritaria. Ni siquiera el cristianismo. Sabemos que el respeto por la fe de cada quien -o por la ausencia de tal fe- es un principio indispensable para el sostenimiento de la paz y el entendimiento civilizado entre las distintas comunidades de seres humanos alrededor del mundo. Este principio adquiere mayor validez a la luz del hecho contundente de que no existe ninguna religión mayoritaria.

Lo anterior llama, a su vez, a otra conclusión necesaria: la persona que profesa una fe cristina y ve en la Biblia un libro sagrado, debe comprender que alrededor del mundo muchísima otra gente considera que éste es un libro como cualquier otro. Con seguridad, un cristiano bien educado mira el Corán con los mismos ojos con que lo haría un musulmán con parecido nivel educativo respecto de la Biblia. Probablemente será una mirada respetuosa pero carente de todo sentimiento reverencial.

Emerge, entonces, otra conclusión que, creo, podemos expresarla en dos partes. Primero, cada quien tiene derecho a profesar libremente su religión y venerar con devoción el libro o escritos que considera la base sagrada de su fe. Segundo, nadie debería pretender imponer esa fe a otras personas que poseen una fe y unos textos sagrados distintos, ya que estas son opciones que merecen igual respeto. Y, sin duda, el mismo principio vale en caso de que sea alguien que decidió no tener fe alguna y para quien ningún texto es sagrado. Esto simplemente nos lleva de vuelta sobre lo que dije más arriba: la convivencia respetuosa de las distintas religiones o concepciones sobre la fe es requisito indispensable para la paz y el entendimiento.

Formuladas estas prevenciones tan elementales, otra muy básica advertencia debería ser tenida en cuenta por cualquier persona cristiana responsable y respetuosa. La de que, independientemente del estatuto divino que se le atribuye a la Biblia, esta tiene contenidos e ideas que necesariamente deben ser interpretadas en su contexto. De otra manera, se corre un riesgo gravísimo: el de causar daño y sufrimiento a personas inocentes, cosa que violaría directamente el principio ético fundamental estatuido por Jesús (amar al prójimo como a uno mismo).

La interpretación literal y descontextualizada de la Biblia llevaría a cosas tan aberrantes como las siguientes: se restituiría la esclavitud (Levítico 25, 44); podría un hombre vender a su hija y ser polígamo (Éxodo 21, 7-10); se restablecería pena de muerte contra quien viole el descanso sabático (Éxodo 35, 2); ninguna persona con algún problema físico podría acercarse al altar (Levítico 19, 17-21). Incluso la relación sexual con una mujer que está menstruando se castigaría con la muerte (Levítico, 20, 18). Ninguna persona razonable y justa querría devolverle vigencia a tales normas. Y ello seguramente vale también para quienes profesan una fe cristiana sincera. Incluso muchas de las cosas que Pablo planteó, exigen ser reinterpretadas a la luz de las condiciones contemporáneas, como parte del proceso del reconocimiento de los derechos de las mujeres. Siendo esto tan básico y evidente, ¿por qué en cambio se insiste en una interpretación literal y descontextualizada de la Biblia cuando de la homosexualidad se trata?

En apoyo de sus tesis homofóbicas, el fundamentalismo cristiano -católico, evangélico o de otras denominaciones- cita literalmente partes de la Biblia y las interpreta de forma retorcida. Un popular ejemplo de ello es el del pasaje de Sodoma y Gomorra (Génesis 19, 1-11). El pecado que ahí se describe se origina en la violación del deber de hospitalidad. Ello se reafirma en Mateo 10, 12-15. Nada tiene que ver con la homosexualidad.

En todo caso, esta homofobia galopante que domina por igual a obispos y pastores evangélicos, se vuelve imposible de justificar de cara a las enseñanzas y la práctica vital del Jesús evangélico. El Jesús que acoge en su regazo y abraza y protege al pobre, al desvalido, al leproso, al rechazado. A la mujer adúltera y a la prostituta igual que al tenido por pecador. El Jesús que expulsa del templo a los mercaderes y enfrenta a los poderosos y denuncia la hipocresía de quienes se decían dueños de la palabra de Dios. De estos dijo que eran sepulcros blanqueados. Y a los llamados pecadores los amaba como hermanos.

Obispos y pastores evangélicos. Cómplices del poder, de los privilegios, de la explotación, del dinero. El Jesús de la gente pobre, desvalida, marginada, discriminada, despreciada. ¿Qué diría ese Jesús de estos señores?

Ellos señalan, enjuician y condenan. Y las personas homosexuales han devenido ahora blanco favorito de su odio y de su temor morboso. Aseguran que es antinatural algo que la naturaleza misma creó porque le dio la gana. Y si así lo hizo ha de haber sido porque Dios mismo le dio permiso de hacerlo. Y lo hizo entonces muy a su manera: diverso, multicolor y complejo. Un tigre jamás es igual a otro; ni las nubes en el firmamento son esta mañana iguales a las de la tarde de ayer. Y hasta los ríos optan por lo diverso cada vez que deciden abrir caminos nuevos por donde discurrir. El mundo y la naturaleza son multiformes. También los seres humanos. También la sexualidad humana ¿Natural o antinatural? Es obviamente natural. En cambio, nada es tan antinatural y aberrado y corrompido y perverso como la homogeneidad, la uniformidad, el gris invariable y monótono. ¿Eso quieren ustedes, obispos y pastores? Perdón, señores, pero entonces los antinaturales son ustedes.

Además hacen escandalosa exhibición de ignorancia. Hablan de las personas homosexuales -hombres y mujeres- como si de seres venidos de Kriptón se tratara. Engendros y fenómenos, con todo el poder de Superman, pero invertido: para destruir la sociedad y la familia, corromper a los niños, romper la paz social, establecer el reino del terror. Obispos y pastores, ¿es tan grande la ignorancia que ni siquiera se han detenido a pensar que muchas, pero muchas veces habrán conversado con un hombre homosexual o una mujer lesbiana? Y, cosa curiosa, al cabo el asunto habrá concluido de la forma como usualmente lo hacen todas las cosas donde dos seres humanos entran en comunicación. Nadie salió lesionado ni herido. Simplemente cada quien siguió su camino.

En fin, decía al principio de este artículo, la religión debería ser cosa que se maneje con mucho respeto. Respeto, también, hacia las minorías. Si usted tiene su fe religiosa y una moral asentada en esa fe, por favor no pretenda imponérsela a nadie más. Usted tiene todo el derecho a vivir esa fe y esa moral, pero exactamente el mismo derecho asiste a cada una de las demás personas. Y si usted es heterosexual y prefiere amar a alguien del otro sexo, entienda que esa no es, necesariamente, la mejor solución para algunas otras personas. Haga usted en su intimidad lo que quiera y con la persona que prefiera, pero no niegue ese mismo derecho a los demás.

Y construya usted su familia de la forma que mejor se le acomode, y ojalá sea una familia basada en el respeto, el amor y la solidaridad, pero entienda que otros también tienen el derecho de construir su propia familia y hacerla de la forma que mejor les resulte y alimentarla también de amor y respeto y solidaridad. Y que las diversas formas de familia pueden convivir, respetándose y en armonía. Y que todas esas familias deberían ser merecedoras, por igual, de la tutela y la protección del Estado y las leyes. Y que este Estado y estas leyes deberían cobijar sin distingo a todos y todas, independientemente de la fe religiosa o la orientación sexual de cada quien.

7.24.2008

APOYO A UNIÓN CIVIL GAY EN CR

Lean este blog, contribuyan mediante opinión, escriban a sus diputados... movamonos para que reconozcan nuestros derechos!
http://uniondehechocr.blogspot.com/

Unión civil de personas del mismo sexo

La segunda contribución de mi amigo Hugo Mora, en respuesta a la hipócrita y anacrónica Iglesia Católica costarricense.

Por: Hugo Mora Poltronieri | miaumiau1@ice.co.cr

Mi primera reacción ante el extenso artículo de la Conferencia Episcopal de Costa Rica sobre este tema ( La Nación, Foro, 16/07/08 ) ha sido de sorpresa. Habría deseado, en su lugar, una completa explicación acerca de ciertos asuntos de todos conocidos en que ha sido protagonista recientemente. También acerca de su bandería, eminentemente política, en el reciente referendo.

En su lugar, insiste en sus argumentos tradicionales acerca de la defensa de la familia y el matrimonio, los cuales nunca han estado aquí, ni están ahora, en peligro. Veamos: cuando nuestros liberales de finales del siglo XIX, con gran tino, introdujeron las figuras legales del divorcio y el matrimonio civil, la jerarquía católica clamó al cielo y predijo toda clase de males para la sociedad costarricense del futuro. Ocurrió todo lo contrario; y hasta los mismos católicos de entonces y de ahora se han beneficiado con la posibilidad de reencontrar su libertad luego de una experiencia negativa, así como de poder reorganizar sus vidas formando una nueva familia con alguien más afín.

Es obvio que la existencia de la familia precedió –y con mucho– a toda clase de ritual religioso. Para formar una familia hay hogaño la opción religiosa (contra la cual nadie está atentando) o la civil; o la otra, la que posiblemente es la más antigua y hasta la más popular: la de la cohabitación o unión libre, una realidad social que finalmente ha sido reconocida por la ley, pese a los mismos prejuiciosos argumentos y presiones que hoy se aportan contra el proyecto de marras por parte de una jerarquía eclesiástica parecida a aquellos nobles exiliados de la Revolución Francesa, que nunca aprendieron nada del cambio radical que los había barrido de la escena.

Cambios. Cambios radicales en la concepción de la familia sí han ocurrido: ya lo de la reproducción de la especie dejó de ser la prioridad que fue antes (y que fue suplicio y muerte para tantas mujeres, que nunca tuvieron una vida propia).

Hoy lo que importa es el afecto, el mutuo apoyo, la compañía y el disfrutar plenamente del sexo sin embarazos indeseados.

Por otra parte, puesto que nuestra especie no está ya en peligro de extinción, y dado que su crecimiento desorbitado se ha convertido en la peor amenaza para el planeta y el resto de los seres vivos, lo que la “recta razón” debería aconsejar es no desalentar la formación de familias así (como ya existen), sin deseos reproductivos y sin agregar más cargas a la sociedad y al ambiente.

Es claro que me refiero a parejas del mismo sexo, pero también a las numerosísimas parejas heterosexuales que hoy escogen esta opción. Si algo debería preocupar a la jerarquía católica es que ahora haya más matrimonios civiles que religiosos, así como que el número de divorcios entre católicos sea cada vez mayor.

Finalmente, el hecho de que el catolicismo sea aún religión oficial no otorga a sus jerarcas ninguna autoridad por encima de los poderes constituidos por voluntad soberana del pueblo. Su instancia a los diputados para que voten negativamente este proyecto es una flagrante violación a la libertad de conciencia y al buen juicio del pueblo que los constituyó en el primer poder de la República.

7.07.2008

Uniones ¿confusas?

Todos deberían tener derecho a casarse legalmente y recibir los mismos derechos

María Fernanda Pérez y Roberto Ortiz | mater84@hotmail.com
Estudiantes V año Secundaria

Decía, hace ya unos cuantos siglos, el político y filósofo Marco Aurelio que los seres humanos somos como una mandíbula: la parte superior necesita de la parte inferior para poder realizar sus funciones.

Decía hace unos cuantos días, el médico Alberto Ferrero que permitir las uniones entre homosexuales resultaría perniciosa para la salud de la sociedad costarricense, ya que cualquier unión de ésta naturaleza “causaría confusión a las nuevas generaciones respecto a valores morales fundamentales y los expondría a una concepción errónea respecto a la sexualidad, al matrimonio y a la familia”.

Déjenos responderle precisamente como dos adolescentes que formamos parte de esas nuevas generaciones susceptibles a la confusión que puede traer consigo la unión legal de dos personas del mismo sexo.

Falacias. Es evidente, señor Ferrero, que usted precisamente no ha pensado sobre las falacias y contradicciones que existen sobre el idealizado matrimonio entre personas del mismo sexo, las cuales muchas veces nos dejan aún más confundidos.

La escritora Laura Fuentes Belgrave, en su libro Cementerio de Cucarachas, dice, de manera irónica, que este es un país donde “sus familias son un ejemplo de unidad. Más de la mitad de hogares están capitaneados por mujeres abandonadas, y en Semana Santa las denuncias por agresiones contra ellas hasta se triplican”.

Siguiendo con la metáfora de la mandíbula, que propuso hace ya un tiempo Marco Aurelio, la sociedad costarricense necesita de los homosexuales como de los heterosexuales, por los servicios que estos son capaces de brindar a la comunidad.

Para que esa mandíbula funcione bien, es decir, para que no tenga una mordida cruzada, todos deberían tener derecho a casarse legalmente y recibir los mismos derechos.

Lo que es nocivo. En resumen, Dr. Ferrero, lo que es realmente nocivo para la salud de todos no es que dos hombres o dos mujeres se casen, sino ese sentimiento de alienación e intolerancia que es engendrado cuando no dejamos que dos personas se casen y vivan como quieran; lo que es dañino, no son esos hombres o esas mujeres que quieren criar a un hijo y crear una familia, sino aquellos, heterosexuales, que se casan y después abandonan a sus mujeres, quienes solas tienen que ocuparse de sus hijos y que, además, son brutalmente masacradas cuando buscan defenderse.

6.05.2008

El único camino: el de la dignidad

Segundo artículo en defensa de los derechos de los gays en Costa Rica de mi estimado amigo, Hugo Mora Poltronieri. Un excelente artículo, impecablemente redactado, y ante todo, honesto. ¡Aplaudo su valentía!

A la minoría gay se le obliga a cumplir con todos los deberes, pero se le niegan derechos

Por
Hugo Mora Poltronieri
Profesor Universidad de Costa Rica

En sendos artículos, los abogados Pedro Beirute (1/6/08) y Alejandra Loría (2/6/08) objetan con argumentos legales su oposición al proyecto de ley sobre parejas del mismo sexo, que actualmente está en trámite en la Asamblea Legislativa.

No siendo mi campo el legal, no terciaré por ese lado. Sí como ciudadano y parte del colectivo gay, una minoría a la que se obliga a cumplir con todos los deberes propios de un Estado de derecho, pero a la que, aparte de la discriminación social de que ha sido históricamente objeto, se le han negado derechos importantes para la propia realización como personas. Uno de ellos, principalísimo, este de formar una familia.

Familia y matrimonio. Salen a colación, inmediatamente, dos conceptos bastante discutibles en una sociedad contemporánea: familia y matrimonio. Nadie podría negar que la familia es la base de toda sociedad; tampoco, que el matrimonio sea el medio ideal para fundar una familia. Sin embargo, igualmente, nadie podría negar que ambos conceptos han variado a lo largo del tiempo y según la sociedad en que se les examine. Se argüirá que sí, aunque –al menos en Occidente– familia y matrimonio siempre han requerido, como actores iniciales, a dos seres de distinto sexo.

Sin embargo, se pierde de vista la posibilidad de que ya no sea solo así: si en otros tiempos y lugares nunca ocurrió, fue simplemente porque no se dieron las condiciones para ello. Hoy, esas condiciones están presentes. Tanto así es, que ya en varios países europeos (singularmente, en España), en algunos estados de los EE. UU. y aun en algunos países latinoamericanos, este tipo de legislación se ha ido abriendo paso de un modo tal que acabará por afirmarse doquiera se pretenda la existencia real de un Estado de derecho.

Secularización. ¿A qué condiciones nos referimos? Veamos: la creciente secularización de las sociedades occidentales y su consecuencia: una mayor autonomía de los individuos respecto de las morales desfasadas preconizadas por jerarquías religiosas anquilosadas; la prevalencia de legislaciones locales e internacionales que consagran derechos fundamentales para todos, sin sombra alguna de discriminación de ningún tipo; el mayor conocimiento y ejercicio de los derechos individuales garantizados por ley; la existencia de un medio social y político favorable para que los individuos que son parte de una minoría discriminada puedan organizarse y hacer valer sus derechos; la progresiva desaparición de ignorancia, tabúes y prejuicios en torno a la vida sexual como consecuencia de una mayor escolarización e influencia del pensamiento científico en todas las sociedades occidentales; la decreciente relevancia del “creced y multiplicaos” que, en otros tiempos, hizo del matrimonio heterosexual una necesidad, y hasta una obligación, se tuviera o no vocación para ello; la desvalorización progresiva del matrimonio, sobre todo el religioso, y la tendencia ascendente entre los heterosexuales a favorecer otros tipos de familia, como las uniones libres, en que el fin principal (incluso en el matrimonio) ha dejado de ser el reproductivo para centrarse en el apoyo mutuo, la compañía y el goce sexual.

Nuevas realidades. Más aún: por sobre todo, está el hecho inapelable que ninguna comunidad dinámica y que favorezca la paz social puede dejar de reconocer las nuevas realidades emergentes. Hacerlo, es seguir la política del avestruz y sus consecuencias: consagrar la discriminación, empañar la imagen del país como Estado de derecho y llevar la lucha a terrenos impredecibles y no deseados.

El único camino es el de la Ley no el de poner remiendos o parches, como sugiere el Lic. Beirute; o desviando la discusión hacia la institución del matrimonio, como lo hace la Licda. Loría, cuando lo propuesto es algo más bien modesto: la figura legal de la unión civil, que no quita derecho alguno a nadie y sí los extiende en algún grado a una minoría desprotegida, discriminada e invisibilizada, pero muy, muy presente en todas los niveles de la sociedad costarricense.

5.24.2008

Crece apoyo político para legalizar las uniones gais

La idea de aprobar un proyecto de ley que legalice las uniones civiles entre personas del mismo sexo, recibió el apoyo de la ministra de Salud, María Luisa Ávila.

“Es positivo porque va a permitir a las personas mejorar su estado de salud emocional, va a permitirles abrirse más libremente y va a permitir que la sociedad costarricense avance hacia un mayor respeto a la diversidad”, dijo la Ministra.

5.22.2008

Somos iguales

Javier Rojo | javier.rojo.cr@gmail.com
Publicado en La Nación, 12 de noviembre del 2008 (ver original).

Mi primer artículo en La Nación sobre la iniciativa en Costa Rica de enmendar el código de familia para prohibir a los homosexuales de adoptar hijos. Aunque aplaudo a La Nación el haberme publicado, me parece altamente curioso que el “título” otorgado fuera homosexual. ¿Acaso hacen esta aclaración con los heterosexuales?

La iniciativa de enmendar el Código de Familia para prohibir que los homosexuales podamos adoptar hijos es lamentable y representa una colosal involución en el reconocimiento de derechos humanos en Costa Rica. Mientras el mundo “desarrollado” da pasos agigantados por reconocer los derechos de los homosexuales y trabaja por establecer una cultura de tolerancia, en Costa Rica sucede lo contrario. Supongo que pronto los señores diputados decidirán volver a penalizar los actos sexuales entre personas del mismo sexo, acercándonos más a Nicaragua que a la Suiza Centroamericana de nuestra imaginación.

¿Cómo se atreven los diputados a sugerir que las personas homosexuales somos inferiores o ciudadanos de segunda categoría? ¿Cómo se atreven a decir que somos moralmente corruptos o un mal para la sociedad? El limitar o retirar derechos a un segmento de la sociedad es el equivalente a decirle que no son iguales. Es decir desde las entrañas mismas de nuestra sociedad –nuestras leyes– que ese grupo no es igual al resto de la ciudadanía y que por ello no es merecedor de los derechos que goza el resto de los costarricenses.

Eliminación arbitraria. Si nos eliminan o prohíben ciertos derechos, lo lógico sería que reduzcan nuestras obligaciones y deberes. Al arbitrariamente eliminarse el derecho a la adopción, entonces deberían excluirnos de pagar la proporción de nuestros impuestos que mantienen la educación pública. A diferencia de otros cuya decisión es no tener o adoptar hijos –cualidad endógena–, a nosotros se nos prohíbe –cualidad exógena–. Deberíamos cotizar menos en seguridad social porque, al no reconocerse nuestras relaciones amorosas, entonces debemos cotizar individualmente. Claramente, deberíamos pagar mucho menos porque, a diferencia de los demás, no podemos cubrir a nuestras parejas ni declarar impuestos conjuntamente.

Esta enmienda revela la mojigatería y la ignorancia de nuestros “representantes” –definitivamente no nos representan a los costarricenses homosexuales–. Es una incultura justificar esta enmienda debido al mal ejemplo o perjuicio que los gais y lesbianas creamos en los infantes. En Costa Rica parecieran no haberse percatado de que la homosexualidad no es una enfermedad ni una inmoralidad (reconocido por psicólogos, psiquiatras y médicos universalmente). No se escoge ni es una opción. La orientación sexual de los padres no incide en la de sus hijos, sean biológicos o adoptivos. Los homosexuales tenemos y fuimos criados por padres heterosexuales. Supongo que pasarán otra ley que obligue al padre o madre homosexual a entregar a sus hijos biológicos en adopción. Supongo que los costarricenses homosexuales que adoptemos en otro país no podremos reclamar a nuestros hijos como costarricenses.

Defensa de derechos. Si bien dicen defender los derechos de los niños, ¿por qué no defienden su derecho a ser amados? Defiendan su derecho a vivir en un hogar donde, sean dos hombres o mujeres los jefes de hogar, tengan el apoyo pleno de dos adultos que estén dispuestos a dar todo por ellos. Defiendan el derecho de que a las personas que ellos quieren sean respetados como costarricenses, que gocen de los mismos derechos que los demás. ¿No es eso al final lo que necesitamos los seres humanos: amor, apoyo, educación, comprensión?

Los obstáculos que enfrentan los niños criados por una pareja del mismo sexo no yacen en el seno familiar, sino en una sociedad mojigata y anacrónica. El conflicto está en una sociedad que fortalece nuestra cultura de intolerancia. Esto es el equivalente a prohibir adopciones interraciales por miedo a que se sientan diferentes. ¿No creen que deberíamos combatir la raíz y no la causa? ¿El racismo y no la integración? ¿La homofobia e intolerancia y no el amor?