7.24.2008

Unión civil de personas del mismo sexo

La segunda contribución de mi amigo Hugo Mora, en respuesta a la hipócrita y anacrónica Iglesia Católica costarricense.

Por: Hugo Mora Poltronieri | miaumiau1@ice.co.cr

Mi primera reacción ante el extenso artículo de la Conferencia Episcopal de Costa Rica sobre este tema ( La Nación, Foro, 16/07/08 ) ha sido de sorpresa. Habría deseado, en su lugar, una completa explicación acerca de ciertos asuntos de todos conocidos en que ha sido protagonista recientemente. También acerca de su bandería, eminentemente política, en el reciente referendo.

En su lugar, insiste en sus argumentos tradicionales acerca de la defensa de la familia y el matrimonio, los cuales nunca han estado aquí, ni están ahora, en peligro. Veamos: cuando nuestros liberales de finales del siglo XIX, con gran tino, introdujeron las figuras legales del divorcio y el matrimonio civil, la jerarquía católica clamó al cielo y predijo toda clase de males para la sociedad costarricense del futuro. Ocurrió todo lo contrario; y hasta los mismos católicos de entonces y de ahora se han beneficiado con la posibilidad de reencontrar su libertad luego de una experiencia negativa, así como de poder reorganizar sus vidas formando una nueva familia con alguien más afín.

Es obvio que la existencia de la familia precedió –y con mucho– a toda clase de ritual religioso. Para formar una familia hay hogaño la opción religiosa (contra la cual nadie está atentando) o la civil; o la otra, la que posiblemente es la más antigua y hasta la más popular: la de la cohabitación o unión libre, una realidad social que finalmente ha sido reconocida por la ley, pese a los mismos prejuiciosos argumentos y presiones que hoy se aportan contra el proyecto de marras por parte de una jerarquía eclesiástica parecida a aquellos nobles exiliados de la Revolución Francesa, que nunca aprendieron nada del cambio radical que los había barrido de la escena.

Cambios. Cambios radicales en la concepción de la familia sí han ocurrido: ya lo de la reproducción de la especie dejó de ser la prioridad que fue antes (y que fue suplicio y muerte para tantas mujeres, que nunca tuvieron una vida propia).

Hoy lo que importa es el afecto, el mutuo apoyo, la compañía y el disfrutar plenamente del sexo sin embarazos indeseados.

Por otra parte, puesto que nuestra especie no está ya en peligro de extinción, y dado que su crecimiento desorbitado se ha convertido en la peor amenaza para el planeta y el resto de los seres vivos, lo que la “recta razón” debería aconsejar es no desalentar la formación de familias así (como ya existen), sin deseos reproductivos y sin agregar más cargas a la sociedad y al ambiente.

Es claro que me refiero a parejas del mismo sexo, pero también a las numerosísimas parejas heterosexuales que hoy escogen esta opción. Si algo debería preocupar a la jerarquía católica es que ahora haya más matrimonios civiles que religiosos, así como que el número de divorcios entre católicos sea cada vez mayor.

Finalmente, el hecho de que el catolicismo sea aún religión oficial no otorga a sus jerarcas ninguna autoridad por encima de los poderes constituidos por voluntad soberana del pueblo. Su instancia a los diputados para que voten negativamente este proyecto es una flagrante violación a la libertad de conciencia y al buen juicio del pueblo que los constituyó en el primer poder de la República.

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