7.07.2008

Uniones ¿confusas?

Todos deberían tener derecho a casarse legalmente y recibir los mismos derechos

María Fernanda Pérez y Roberto Ortiz | mater84@hotmail.com
Estudiantes V año Secundaria

Decía, hace ya unos cuantos siglos, el político y filósofo Marco Aurelio que los seres humanos somos como una mandíbula: la parte superior necesita de la parte inferior para poder realizar sus funciones.

Decía hace unos cuantos días, el médico Alberto Ferrero que permitir las uniones entre homosexuales resultaría perniciosa para la salud de la sociedad costarricense, ya que cualquier unión de ésta naturaleza “causaría confusión a las nuevas generaciones respecto a valores morales fundamentales y los expondría a una concepción errónea respecto a la sexualidad, al matrimonio y a la familia”.

Déjenos responderle precisamente como dos adolescentes que formamos parte de esas nuevas generaciones susceptibles a la confusión que puede traer consigo la unión legal de dos personas del mismo sexo.

Falacias. Es evidente, señor Ferrero, que usted precisamente no ha pensado sobre las falacias y contradicciones que existen sobre el idealizado matrimonio entre personas del mismo sexo, las cuales muchas veces nos dejan aún más confundidos.

La escritora Laura Fuentes Belgrave, en su libro Cementerio de Cucarachas, dice, de manera irónica, que este es un país donde “sus familias son un ejemplo de unidad. Más de la mitad de hogares están capitaneados por mujeres abandonadas, y en Semana Santa las denuncias por agresiones contra ellas hasta se triplican”.

Siguiendo con la metáfora de la mandíbula, que propuso hace ya un tiempo Marco Aurelio, la sociedad costarricense necesita de los homosexuales como de los heterosexuales, por los servicios que estos son capaces de brindar a la comunidad.

Para que esa mandíbula funcione bien, es decir, para que no tenga una mordida cruzada, todos deberían tener derecho a casarse legalmente y recibir los mismos derechos.

Lo que es nocivo. En resumen, Dr. Ferrero, lo que es realmente nocivo para la salud de todos no es que dos hombres o dos mujeres se casen, sino ese sentimiento de alienación e intolerancia que es engendrado cuando no dejamos que dos personas se casen y vivan como quieran; lo que es dañino, no son esos hombres o esas mujeres que quieren criar a un hijo y crear una familia, sino aquellos, heterosexuales, que se casan y después abandonan a sus mujeres, quienes solas tienen que ocuparse de sus hijos y que, además, son brutalmente masacradas cuando buscan defenderse.

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